Cuando la mente no cesa de invocar el Nombre del Señor, y el espíritu está totalmente atento a esta invocación, la luz del conocimiento de Dios cubre toda el alma con su sombra, como una nube incandescente...
Porque el recuerdo continuo de Dios conduce a la contemplación misma de Dios, envolviéndole en la luz que viene de Él. Ya que, en efecto, cuando el espíritu está en Dios y ha dejado de concebir todas las formas de los seres, el espíritu ve más allá de toda forma.
Habiendo alcanzado el más alto grado de desconocimiento, el espíritu queda iluminado por la luz inaccesible de la gloria.
Teolepto de Filadelfia