Persistencia

La persistencia en la oración, sin duda, crea un hábito y se transforma en una segunda naturaleza, la cual, oportunamente, reúne la mente y el corazón en una relación armónica.

Si un hombre cumpliera continuamente con este precepto de la oración permanente, con ello habría respetado todos los mandamientos; en efecto, si en todo momento, en toda circunstancia y lugar, ininterrumpidamente, el ofreciera la oración invocando en secreto el muy Santo Nombre -y aún cuando al comienzo lo hiciera sin ardor ni celo espiritual y con gran esfuerzo-, ello no le dejaría tiempo para sus divagaciones, para juzgar al prójimo, para derrochar su vida en placeres mundanos...

Todo mal pensamiento encontraría un obstáculo para su desarrollo, ninguna tentación podría alcanzarlo, ningún acto culpable sería realizado, (Como ocurre cuando el espíritu está distraído) serían eliminadas las palabras vanas, todas las faltas serían borradas, y el poder misterioso de la invocación incesante le recordaría siempre su vocación original: la unión con Dios.

de "El peregrino ruso" - Tres nuevos relatos - 
Pag. 84, ediciones "El peregrino", 1981, Rosario - Argentina